De manera recurrente, la profesión soporta el embate de quienes argumentan que los honorarios son excesivos o bien que la tarea podría ser desempeñada prácticamente por cualquiera. Ambas afirmaciones son falsas. Como lo demuestra el análisis desplegado en estas páginas, su participación está lejos de encarecer las operaciones de exportación o importación. Por otro lado, nadie puede discutir de buena fe la
jerarquía y la eficacia de sus servicios, que demandan capacitación permanente y saberes muy diversos.
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El costo del despachante, un mito interesado
Este trabajo fue publicado en la revista del Centro Despachantes de la República Argentina (CDA), numero 893 y presentado en la
Reunión de Directorio de la Asociación Internacional de Agentes de Aduana (ASAPRA) en Julio de 2017 celebrada en la ciudad de
Asunción-Paraguay.
De manera recurrente, la profesión soporta el embate de quienes argumentan que los honorarios son
excesivos o bien que la tarea podría ser desempeñada prácticamente por cualquiera. Ambas afirmaciones
son falsas. Como lo demuestra el análisis desplegado en estas páginas, su participación está lejos de
encarecer las operaciones de exportación o importación. Por otro lado, nadie puede discutir de buena fe la
jerarquía y la eficacia de sus servicios, que demandan capacitación permanente y saberes muy diversos.
De manera cíclica, reaparece en la Argentina la idea de que la intervención de los despachantes de
aduana constituye un factor de distorsión de los costos del comercio exterior. Si bien todavía no adquieren
forma definitiva, hoy mismo circulan en despachos públicos y privados proyectos que apuntan a minimizar
esa participación o incluso a prescindir de ella, en línea con la recordada resolución general AFIP 333, de
1999. Detrás de esa ofensiva, subyacen dos argumentos: que sus honorarios profesionales son excesivos
y que su tarea bien podría ser desempeñada por cualquiera. Ambos son falsos.
La Aduana, dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos, es el órgano de aplicación de
las normas vigentes en materia de importaciones y exportaciones. Su función de control apunta
esencialmente a velar por una correcta percepción de los ingresos tributarios asociados a la actividad y a
resguardar el ambiente, la seguridad y la salud de los argentinos mediante un adecuado control de los
bienes que ingresan al territorio nacional desde el extranjero.
Tal como lo establece la ley 22.415, conocida como Código Aduanero, los despachantes son auxiliares del
servicio aduanero y, a partir de la promulgación de la ley 25.246, también de la Unidad de Información
Financiera (UIF), como sujetos obligados en los términos de la resolución 63, de 2011.
En calidad de tales, los despachantes tienen una intervención decisiva en la gestión de las exportaciones e
importaciones, y suelen asumir responsabilidades que a menudo exceden su tarea específica —como la
realización de pagos por cuenta y orden de sus mandantes—, sin que eso se traduzca en los honorarios
que perciben. Sin embargo, eso mismo genera que los costos de las operaciones de comercio exterior
sean asimilados rápidamente, sin demasiado rigor, a “gastos de despachantes de aduana”.
Una investigación realizada por Sergio Landaluce, que integra la comisión directiva del Centro de
Despachantes de Aduana como vocal suplente, permite valorar esos honorarios en su justa dimensión. El
trabajo analiza seis operaciones tipo, que pueden ser consideradas como representativas de importaciones
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y exportaciones, en cada caso con diversas variables y niveles de complejidad que impactan sobre los
costos.
El concepto de Gravámenes abarca derechos, tasas de estadística, IVA, Ganancias, Ingresos Brutos y
aranceles de oficialización de las destinaciones aduaneras. El de Logística nacional, comprende gastos
de la compañía marítima, del freightforwarder (FF) o agente de carga —además de los originados por
demoras, cuando corresponda—, terminal portuaria y acarreo. Finalmente, la
categoría Despachante incluye honorarios y gastos de despacho. En todos los casos, salvo para los
gravámenes, el análisis parte de valores promedio de mercado.
Operación 1
El ejemplo refiere a una importación marítima extrazona, con un valor FOB origen de 30.000 dólares, en
un contenedor full de 20 pies carga general, retirado directamente de una terminal portuaria en Buenos
Aires.
El análisis contempla cuatro diferentes situaciones (ver Gráfico 01). Como puede observarse, los valores
no registran cambios entre 2006 y 2017 cuando la mercadería es retirada dentro del 5º día de producido
el arribo. El problema consiste en que esa posibilidad, entonces habitual, es ahora excepcional.
Por esa razón, el gráfico incorpora otros dos casos. En uno de ellos, el retiro se produce después del 5º
día y en otro se dispone una verificación intensiva del despacho. En ambos se verifica un encarecimiento
de la operación atribuible a los mayores costos de la logística nacional para importaciones de
contenedores full, a lo que deben agregarse importantes sumas por demoras en la devolución de las
unidades vacías.
Las denominadas “verificaciones intensivas” constituyen un factor de mucha preocupación, en la medida
que elevan exponencialmente los gastos correspondientes a la terminal portuaria, la compañía marítima y
el freightforwarder hasta triplicarlos, como puede apreciarse en las últimas columnas de la derecha del
gráfico.
Mientras tanto, los honorarios del despachante de aduana y los gastos de despacho permanecen en el
mismo nivel.
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Operación 2
Este gráfico corresponde a una importación marítima extrazona con un valor FOB origen de 15.000
dólares. La mercadería en cuestión (700 kilos / 2,40 m3) es transportada bajo la modalidad de carga
general “suelta” (conocida como LCL) y retirada directamente de un depósito fiscal en el área
metropolitana de Buenos Aires.
Como sucede en la práctica cotidiana, el caso aborda diferentes situaciones con distintos niveles de
complejidad combinada (ver Gráfico 02).
En los casos 1 y 3, la base de aplicación de los tributos es el valor de compraventa pactado libremente
entre comprador y vendedor. En cambio, en los casos 2 y 4, a ese monto se agrega otro generado por un
ajuste de valor que corresponde a la diferencia en el valor del flete declarado en la factura comercial y el
documento de transporte. Por cierto, la diferencia es bastante frecuente y en este caso la Aduana acepta
únicamente el mayor valor.
Por otro lado, mientras en los primeros dos casos la mercadería permanece hasta 5 días en el depósito
fiscal, en los dos restantes la estadía se extienda hasta 14 días.
Como en el ejemplo anterior, los mayores costos surgen de la aplicación de la normativa aduanera, por
diferencias en la base de aplicación de los tributos, y de la logística nacional, mientras el monto
correspondiente al despachante permanece invariable en términos absolutos y en consecuencia disminuye
su incidencia relativa.
Desde hace décadas, el despachante ha dejado de ser un mero gestor para convertirse en un asesor
integral al servicio de las empresas importadoras y exportadoras. No sólo requiere un título habilitante,
obtenido mediante un examen ante la Dirección General de Aduanas o en institutos validados por ese
organismo; su tarea cotidiana demanda un grado creciente de profesionalización.
Para cumplir con los objetivos encomendados, se relaciona con la Aduana, con ministerios, secretarías,
cámaras de comercio, bancos, compañías de seguros, empresas de transporte marítimo, terrestre y aéreo,
depósitos fiscales, certificadoras de procesos y de calidad, además de una serie de instituciones de
control.
A la vez, los cambios en las corrientes del comercio internacional y los acuerdos de integración suman
complejidad, diversidad y dinamismo a una actividad donde la legislación y las reglamentaciones cambian
de manera permanente.
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Así, el despachante debe conocer y mantenerse actualizado acerca de las normativas nacionales, pero
también las vigentes en otros países, destino de las exportaciones, y las emanadas de organismos
multilaterales como la Cámara de Comercio Internacional, la Organización Mundial del Comercio (OMC), la
Organización Mundial de Aduanas (OMA), la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) o el
Mercosur.
Además, de acuerdo con lo establecido en el Código Aduanero y por la UIF, debe tener conocimientos
relativos a impuestos nacionales y sociedades, que le permitan interpretar un balance. En tanto, la tarea
de clasificar le demanda nociones sobre alimentos, vegetales, maquinarias, textiles, metalurgia o arte,
procesos de fabricación, física y química, entre otros.
Operación 3
Este caso involucra una importación extrazona, con un valor FOB origen de 3.000 dólares (317 kilos), que
ingresa como carga general por vía aérea y es retirada directamente en el aeropuerto internacional
Ministro Pistarini, ubicado en la localidad bonaerense de Ezeiza.
A tono con lo que suele ocurrir en la práctica cotidiana, se considera una serie de alternativas de
complejidad combinada (ver Gráfico 03).
En los casos 1 y 2, el importador trabaja con su propio freightforwarder y la mercadería es retirada del
depósito fiscal dentro de los días libres de almacenaje. En los dos siguientes, el agente de carga es
contratado por el proveedor en origen y la mercadería permanece 12 días en depósito.
Por su parte, y en lo que respecta a la base de aplicación de los gravámenes, en los casos 1 y 3 rige el
valor de compraventa pactado libremente entre las partes. En cambio, como ocurría con el ejemplo
anterior, en los casos 2 y 4 se agrega a ese monto otro generado por un ajuste de valor que tiene origen
en la diferencia de valor del flete declarado en la factura comercial y el documento de transporte. Según
se explicó, la diferencia es habitual, y en tales casos la Aduana sólo acepta el mayor valor.
Como en el ejemplo anterior, es posible apreciar que los mayores costos provienen de la aplicación de la
normativa aduanera y de la logística nacional. En este rubro, la diferencia entre el costo
del freightforwarder elegido por el vendedor y el contratado por el importador, o por su despachante, es
de más del doble.
Nuevamente, los honorarios de este último permanecen sin cambios y pierden participación relativa a
medida que se incrementan los costos totales.
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Operación 4
El gráfico corresponde a una exportación aérea con un valor EXW (Ex Works, en fábrica) Mendoza de
2.000 dólares (1.000 kilos / 2 m3
), como carga general, a ser embarcada en el aeropuerto internacional
Ministro Pistarini, dentro de los tres días de ingresado al depósito fiscal de Ezeiza.
La primera de las opciones (ver Gráfico 04), que refiere a las condiciones vigentes en 2006, muestra la
incidencia de las retenciones a las exportaciones, mientras las dos restantes consideran las que rigen este
año.
Para 2017, la primera alternativa prevé que el freightforwarder ha sido contratado por el exportador y la
segunda, que ha sido elegido por el comprador en destino.
Como puede observarse, los honorarios y los asociados al despacho no registran variaciones.
Operación 5
El ejemplo remite a una pequeña exportación marítima, de un pallet de 1.400 kilos y 2 m3
, con un valor
EXW Mendoza de 2.000 dólares. La carga es embarcada dentro de los días libres de ingresada a un
depósito fiscal ubicado en la zona metropolitana del Puerto de Buenos Aires.
El primer conjunto de columnas (ver Gráfico 05) corresponde a una operación realizada en 2006; en
consecuencia, el rubro Gravámenes incluye retenciones sobre la exportación. Los dos restantes son
variantes de ventas concretadas en 2017. En la primera de estas últimas, el agente de carga es elegido
por el exportador; en la segunda, por el comprador en destino.
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En esta operación, se verifica un impresionante incremento de los costos en el rubro de Logística nacional,
que de 2006 a 2017 crecen de 300% a 400%, según la opción de que se trate.
Nuevamente, los honorarios y gastos atribuibles al despachante permanecen invariables, al tiempo que
disminuyen en términos relativos.
Las consideraciones sobre el honorario del despachante —computado habitualmente como un gasto del
que convendría prescindir y no como la contraprestación por un servicio profesional eficaz y necesario—
suelen dejar de lado un aspecto central.
Al actual en nombre y representación de importadores y exportadores, en calidad de mandatario, y del
servicio aduanero, en condición de auxiliar, su responsabilidad se pone en juego en distintos ámbitos:
disciplinario, infraccional o delictivo. Incluso, algún cliente podría reclamarle un pago indemnizatorio por
daños y perjuicios.
Así, en su desempeño profesional, el despachante debe eventualmente responder por faltas disciplinarias
—que pueden conllevar desde un apercibimiento hasta la suspensión o eliminación del registro, según la
índole de la falta cometida—; por infracciones aduaneras, en la medida que gestiona despachos en
nombre y representación de importadores y/o exportadores, salvo que probare haber cumplido las
obligaciones a su cargo, y por delitos aduaneros, por contrabando culposo o doloso, por lo que “sabía” o
“debía saber”, con penas que prevén desde multas hasta prisión.
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Operación 6
El último ejemplo se corresponde con la exportación de un contenedor full, con un valor FOB Buenos Aires
de 30.000 dólares, embarcado como carga general en el Puerto de la misma ciudad.
El análisis contempla la realización de una misma operación en 2006 y 2017 e incorpora un doble nivel de
complejidad (ver Gráfico 06).
En el caso de la última situación, se ha detectado una imagen sospechosa en el escáner, lo que fuerza su
verificación intensiva. Este proceso, a su vez, provoca la pérdida del buque programado para embarque, lo
que fuerza un roll over.
Así, el primer conjunto de columnas corresponde a 2006 y los gravámenes incluyen retenciones a la
exportación considerada. En el segundo, el embarque se concreta dentro de los días libres, a cargo de
un freightforwarder elegido por el exportador. En el restante, donde la operación de transporte es
conducida por un agente que actúa en nombre del comprador en destino, los costos logísticos se
encarecen por la verificación y la pérdida del buque.
En este caso, vuelve a producirse un fuerte aumento del costo logístico, que llega a casi 160% en la
primera de las dos variantes y ronda 560% en la segunda.
Como en todos los ejemplos analizados, la participación del despachante se mantiene y, en consecuencia,
cae en términos relativos.
El trabajo de Landaluce concluye que los ejemplos, representativas de la práctica cotidiana, “son lo
suficientemente frondosos como para afirmar que los honorarios del despachante de aduana y los gastos
de despacho se mantienen invariables desde hace muchos años, incluso lamentablemente con tendencia a
la baja”.
Aclara que algo muy diferente sucede con los gastos de logística nacional, que los despachantes pagan
por cuenta y orden de sus clientes, pero que no constituyen ingresos económicos para aquellos.
Landaluce atribuye a ese error conceptual la tendencia —generalizada en el mercado y probablemente
asumida por las autoridades nacionales— a sobreestimar el honorario por el trabajo profesional del
despachante y, en consecuencia, su incidencia en los costos del comercio exterior, que no han dejado de
crecer, en algunos casos de manera muy considerable.
“En resumen: la inclusión de los gastos pagados por cuenta y orden de los importadores o exportadores
en la factura del despachante de aduana crea la falsa ilusión de que se trata de sumas que ingresan a
nuestros bolsillos. La realidad, por el contrario, es que solamente obramos de pasamanos de esos fondos”,
concluye.
El análisis aportado por Landaluce viene a confirmar y traducir en cifras concretas lo que los despachantes
experimentan a diario. Sometidos a exigencias cada vez más intensas y complejas, con frecuencia —a
veces, como resultado de prácticas reñidas con la ética— se ven obligados a resignar honorarios. Contra lo
que algunos afirman más o menos ligeramente, estos no sólo retribuyen una tarea profesional
probadamente eficaz, sino que guardan relación con los riesgos que asumen como auxiliares del servicio
aduanero.
Todos los actores del comercio exterior coinciden en la necesidad de facilitar los intercambios, suprimir
trabas meramente burocráticas y tornar más competitivos los costos. Sin embargo, el empecinamiento en
menoscabar la figura del despachante no garantiza que se alcance ninguno de esos objetivos. Por el
contrario, parece alinearse con la tendencia a fortalecer el papel de los eslabones más fuertes de la
cadena.
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Fuente: Sergio Landaluce, miembro de la Comisión Directiva del Centro Despachantes de Aduana de la República Argentina.